Un poema de Canción Triste de Europa


BLUES Nº 2

—Puedes escuchar el audio aquí: compuesto he interpretado por José Blanco—

Brian Jones amaneció ahogado en su piscina
Ya no tañe el sitar
Ya no tañe el sitar

A Jim Morrison se le enfrió el agua en la bañera
Ya no reza el chamán
Ya no reza el chamán

A mí también me encontrarán flotando
En el líquido de tus lentillas
En el líquido de tus lentillas

Como el poeta Li Po abrazaré la luna
Que nada en tus pupilas
Que nada en tus pupilas

No tengo dinero ni suerte ni amor
Mi único deseo es que salga el sol
Si di un paso en falso fue por error
Juro que fue por error
Maldito error
Estoy pagando el error

Me queda el consuelo de ser lo mejor
Que encontrarán flotando
En la cápsula de tus lentillas

Como el poeta Li Po abrazaré la luna
Que nada en tus pupilas
Que nada en tus pupilas

Un poema de Las Nubes


 CANCIÓN DEL VERANO

—Puedes escuchar el audio aquí: compuesto he interpretado por José Blanco—

Como el verano he nacido
para el sueño y el placer,
para madurar los soles
hasta recoger su almíbar.

Como el verano he nacido
para el jugo y la alegría,
para albergar un enjambre
de luciérnagas fugaces
en noche imperecedera.

Como el verano he nacido
para olvidar las promesas
que hiciera la primavera;
las promesas son cansancio,
un disfraz del corazón
afanado en devorar
las heces de su letargo.

Como el verano he nacido
para aquilatar las pieles,
para atusar cabelleras
y dilatar las pupilas
donde fijar residencia.

Como el verano he nacido
para el aquí y el ahora,
para enmudecer los grillos
cuando la sangre se adensa
y con dulzura imposible
el cielo acama la hierba.

Como el verano he nacido
para el eterno retorno,
mas si el deseo no vuelve
quizá el amor sobreviva
al clamor de las cigarras.

Las nubes (Baile del Sol, 2006)

Un poema de Blas de Otero



A LA INMENSA MAYORÍA

—Puedes escuchar el audio aquí: música compuesta e interpretada por José Blanco—

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno. 
                                         BLAS DE OTERO


de Pido la paz y la palabra (1955)

Un poema de Roberto Mezquita Arnaiz


CANCIÓN

—Puedes escuchar el audio aquí: música compuesta e interpretada por José Blanco—

Hubo un tiempo en que viví empeñado en atrapar
el aire que te envuelve.

El Verano era la sed, azuzando a mi animal
que husmeaba en el viento
el aire que te envuelve.

Atravesé el Otoño
afanado en diseñar artilugios con que capturar
el aire que te envuelve:
redes japonesas, cazamariposas, trampas para lobos...
finalmente inútiles para atrapar
el aire que te envuelve.

En Invierno mis manos claudicaron, inermes
inválidas para capturar
el aire que te envuelve.

Derrotado a la sazón
la Primavera fue una higuera frondosa bajo la que descansar
cuando de repente y preñado de aromas inexplicables
el aire que te envuelve
por fin vino a visitar mi boca.

Espejo de miel oscura (La Única Puerta a la Izquierda, 2003)

Un fragmento de Amuleto


 INVOCACIÓN

—Puedes escuchar el podcast aquí: música y voz, José Blanco—

Basura espacial en las alturas
y en la tierra paz a los hombres de manifiesta infelicidad.
Revélame, oh Musa, el tropel varado en tu fluido amniótico,
declara la adusta malformación de un enjambre silente.

En tu lodo boquean desprovistos los hijos de la infamia
el relato irrepetible que jamás será olvidado
por aquel que juzga los días sin retorno
rascándose la piel vacante.
Quien tiende a saber de sí como consigna,
el que admira el cielo encrespado en la superficie de los charcos
y cifra el grado de inanición sobre la faz roturada.

Sus labios leporinos concitan la indecisión notoria,
el relincho famélico, albarrubí y aguarescente del hipocampo,
la insolvencia contractual del desconsuelo ímprobo,
la esbelta sin razón de peregrinar en denodada búsqueda.

Dime, oh Dama, qué fue de aquellos compañeros de viaje,
los que dormían ovillados en el zócalo,
los que se emancipaban de sí durante el sueño,
los que se rasguñaban el cordón umbilical en vertiginoso vuelo rasante
por calles sin nadie bajo el pobre alumbrado
y la añoranza del hogar entorpecía su progresión.

Sé veraz, oh Lumia, mas sé justa con esta propensión al desierto,
pues fuimos tan frágiles como luz de luna
filtrada por las ramas en el bosque,
como el tallo turgente del ciclamen.
Aun nos paraliza la congoja
de haber llegado a hacernos acreedores
de semejante herencia enajenada.

Dime ahora, tú, a quien todo es debido,
qué ajuares, qué instrumentos, qué regalías
doblegaron la inocencia con una lengua de fuego.
Dónde acaba el arte, dónde comienza la vida.
No profecías, címbalos, no arcángeles, urubúes.
Sólo soy un hombre que naufragó en el diccionario
cuando buscaba la definición de isla.

Dame las ínfulas del niño empecinado en no crecer.
Concédeme la coloratura del muchacho que habita en las canciones.
Posa en mí el fulgor del joven que planea hasta caer rendido.
Inyecta la cabal extensión de las horas en mis ojos opacos.
Confiéreme la destreza de enhebrar pregunta tras pregunta,
interminablemente.

En tu canto hallaré razones para creer,
fundadas razones para creer
que no hemos sido solamente lepra del cosmos,
siniestros productores de basura espacial.
A la casta ignominiosa de espurios malversadores
danos la paz.

Un poema de La Deriva de Marcos Sima


CALIPSO

—Puedes escuchar el audio aquí: compuesto he interpretado por José Blanco—

Yo tenía que partir
Y Calipso lo entendió

No hay día que no recuerde
El interior de su cueva
Recostados en el tálamo
Veleidades de mi verga

Yo tenía que partir
Y Calipso lo aceptó

Acoplándome a su espalda
Penetraba la floresta
Y me bebía las lágrimas
De su manantial de amor

Yo tenía que partir
Y Calipso lo entendió

No hay noche que no recuerde
Los zarcillos de sus lóbulos
Las ajorcas de sus piernas
Las perlas de su sudor

Yo tenía que partir
Y Calipso lo aceptó

La Deriva de Marcos Sima (Baile del Sol, 2015)