... LA VIDA EN ELLO



En una lejana conversación, mantenida treinta años atrás con mis compañeros del Taller Literario La Galleta del Norte, yo declaraba mi ambición de escribir poemas que me gustaran siempre, sin importar el tiempo que hubiera transcurrido desde su escritura, a lo que Marisa Gutiérrez replicó: «Tú lo que quieres es ser un clásico». Un clásico no voy a ser, obviamente, pero al brindárseme la oportunidad de hacer esta recapitulación, me ha gustado comprobar que una parte bastante considerable de mi obra publicada hasta la fecha cumple con el requisito.

El motivo, en mi opinión, para esta epifanía es que la poesía tiene sus propias reglas, funciona con un código interno, es decir, es una construcción, un lenguaje; como ficción literaria, si ha funcionado una vez, tiende a funcionar todas las veces. Somos nosotros los que vamos cambiando, haciéndonos más permeables o no, mostrándonos más disponibles o menos para su mecanismo. Me temo que la poesía requiere cierto entrenamiento.

Escribir poesía no es una elección. Elegimos leerla en todo caso. Luego puede sobrevenir la epifanía. La poesía es algo que nos sucede. Personalmente, es algo que lleva sucediéndome toda la vida. Al adolescente aspirante a poeta que se carteaba con Gabriel Celaya le habría cohibido saber que lo observaríamos desde una perspectiva de más de treinta años. La perseverancia le ha sido propicia.

Cuando elegimos leer antologías, lo hacemos movidos por el interés de acceder a una trayectoria, corriente o época con la que no estamos familiarizados del todo. La antología es pues una especie de muestrario, una vista rápida que nos permite hacernos una idea de la evolución de determinado autor, o de la composición de una escuela o momento histórico, para profundizar más tarde en los elementos sobresalientes. Cuando el propio autor es quien realiza la selección de los textos, como en este caso, hay en ello quizás un intento desesperado de preservar del olvido, no solo algunos hallazgos técnicos, sino un momento vital insoslayable. Pesa sobre mi conciencia la idea de estar traicionándome a mí mismo al escoger unos poemas frente a otros de idéntica significación, y de hacerlo sin un criterio definido más allá de los límites de espacio. Desgraciadamente, muchos de los poemas no incluidos en esta selección ni existen ni existirán para el posible lector, porque pertenecen a libros hoy día inencontrables.

Hay otra elección consciente por mi parte, además de la búsqueda de precisión inherente a la escritura: muy pronto me propuse alejarme de la idea, expresada por algún autor, de que siempre estamos escribiendo el mismo libro. Por el contrario, mi apuesta desde el primer momento fue que mi siguiente libro se pareciera lo menos posible al anterior. El resultado, como se verá, es la variedad de estilos, metros y géneros, desde el clasicismo formal hasta la vanguardia recalcitrante, en una selección más que representativa de mis libros publicados, solamente los publicados, ordenados cronológicamente según el año de edición, más algunos textos aparecidos en otras antologías.

Un lenguaje total, tomado de un verso de Rafael Alberti, es el título que le doy a este blog. También, era el título de un recital-concierto basado en mis poemas y mis poetas, autores bien conocidos como San Juan de la Cruz, Ferreira Gullar, Federico García Lorca o el citado Gabriel Celaya. El nombre del espectáculo aludía a la fusión sobre el escenario de dos medios expresivos que en su origen fueron uno solo: poesía y música; de hecho, algunos de los poemas aquí incluidos (Ofrenda, Canción del verano, Una línea sutil, Soporte cínico avanzado) fueron musicalizados por mí en su día, motivado por un doble interés: por un lado, poner la poesía al alcance de la mano (y del resto de los sentidos), es decir, disputársela al lugar común que la mantiene distante, ensimismada y del todo ajena al común de los mortales; por otro, y como consecuencia de lo anterior, promover el acercamiento de medios y procedimientos diversos en la prosecución de ese «lenguaje total» con que Alberti identificaba la creación poética.

Por último, volviendo a lo del blog, un blog cumple la función de diario de abordo, si bien yo no lo alimento con demasiada asiduidad. Me ha parecido oportuno recuperar dicho título para esta primera compilación de mis poemas. Me gusta la idea de que en la era del homo tecnologicus exista una versión en papel, tangible, de una fuente creada para consumo digital, porque la poesía de lo que trata es de contacto, de verdadera comunicación.

José Blanco
Barakaldo, enero de 2022